Sobre algo de hace rato.
Arriar la gracia de
olvidarse y extremar los detalles de la vista que se pierde en el horizonte de
unas botellas vacías, luego de ello la voz de los mentirosos se agitará,
blandirán sus banderas como cuchillos y proclamarán ser dueños de los delirios
de los dioses amenazando con esperanza el poco criterio de los suicidas, los
mismos que crearon la discordia inútil por la que se debate sin salida en los
antros educativos. Luego pagar nos cuesta, como las consecuencias de estar, de ser,
del menester de nunca satisfacer la deuda con nosotros mismos. Mi rechazo se
debe al deterioro de lo esencial, saludar el porvenir como preso con biblia roída
de mano en mano, a sabiendas que guarda la oportunidad de abandonarse, y enfrentar
al filo de una justa retribución del derecho constitucionalizado de cometer
legalmente un crimen que viene y va, como aire vital que debe ser respirado por
temor a morir.
Estoy solo cansado, gano mis
inseguridades, pierdo vida, gano inoportunidades, pierdo con poco estilo el fin
de mi costosa y lamentable quimera, me completo con el vacío de las injustas
formas de proclamarnos un humano. De por si cada quién proyecta lo que su decisión
hace con la realidad, como siendo moldeada por nuestras manos nos imaginamos, pero
en ultimas es la realidad que te hace creer lo inútil que es existir, al menos
con gracia, y se ríe del porvenir como si el ser unicelular tuviera el
privilegio de provocar el bostezo de no importarnos realmente nada, como si
fuera el único Big-bag que provocó el pecado de preguntarnos tanto, como si la
verdad del mono tuviera el poder de dominarnos a todos. Aquí solo voy arriando
mi suerte con el recuerdo de jamás haber olvidado lo tonto que puede llegar a
creerse tantos como también tantos que hacen brindis con el barro en el cuello.
Lo molesto cava tu propia tumba, te dejarán futuras marchitas flores que siendo
consiente abono, convertido con el tiempo agradecerá la tierra de que hayas
vuelto, la basura espacial no se puede barrer, no se puede ocultar, como el ridículo
mediático soñamos y eso nos hace perder -dirá el que alza su trofeo, yo soy el
que apaga la publicidad y hace algo al respecto.
A vuestra merced, retribuyo
la historia de una gloria que se difuminó en las manos de los constructores,
que son llamadas por la cultura general 'Maravillas', hoy no son más que la atracción del
bolsillo, soy uno de los que puso una de las piedras en las pirámides, soy otro
que toma su almuerzo en lo alto de un altar de sacrificio, soy otro que pisó el
cemento fresco; ya no hay paseo de la fama, solo esa sensación de haber vivido
una vez tiempos donde todo era diferente, somos los viejos que renegamos habernos
convertido.
A lo mejor no ha sido
suficiente la mentira que sostienen con dificultad, esa máscara te ha pagado la
factura de ser, y veo unos que a cuotas sostienen esa sonrisa que aplastó la
tristeza de vivir, esa misma tristeza apuesta con la muerte mi suerte irremediable,
han sido esas pocas veces que vi a mi tristeza reír a carcajadas y apostar en
mi contra.
Mario
Alberto Bermúdez Gómez
Poeta, estudiante y “uno que
apuesta porque todos se diviertan”.
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