9: Notas perdidas en el nido de un pájaro azul



Pretender dibujar al amor en la piel del cielo que describe el abrir y cerrar de tus labios cuando me mencionas tu nombre al oído alcoholizada. Yo solo observo cada instante del tiempo que me permite el desenfreno de dos, para terminar en uno. Salud por el junte, salud por el encuentro afortunado de las circunstancias y los fuegos que son hogueras altas que consumen los bosques de tu incertidumbre; y así entre tragos psicológicos, botellas llenas de sonrisas vacías, y más bebidas de incertidumbre chocándose, para que el gesto de buen gusto salga desfilando la subjetiva felicidad desinhibida de toda una trama que es sostenida por la fuerza de un castillo de naipes viejo que teníamos guardado; querer recibir todo lo que me ofreces y servir el último trago para solventar el milagro de unas miradas que  se encuentran entre la broma y la seriedad de la realidad que comparten.

Pretender las dulces formas de las nubes que envuelven tu cabello; soy lo que quería ser entre tus piernas divagando el mundo, diciendo las preguntas prohibidas, curando la vida y salvaguardando al amor de todo el deseo infame de las franquicias humanas, de los gobiernos de toda clase, del despojo como rama, del miedo como raíz; no más esparcir el querer como polvo que no permite dormir las cenizas de las lágrimas del dolor, que cicatriza las ventajas de ser intrépido para los males, ya que la tristeza dicta los pasos a los perdidos.

Me desdibuje bajo tu manto: La piel de los dioses despresados salvajemente, su carne destrozada dejada a la luz de la luna desprevenida en la noche. Susurrar la fiera forma de encajar los colmillos de lobo en tu cuello, y así contarte de querencias envidiables, de olvidos certeros, de lujurias lejanas en los movimientos ondulatorios, irregulares, constantes, de algo científicamente poco probable. 

Trazar con mi lengua el destino de una promesa en la sangre que recorre tu ser para no caer nunca en el espejismo de un falso oasis. Deletrear cada momento y volverlos eternos en la mirada genuina del aprecio, caer bajo el efecto de tu esencia e imaginar hacer lo que jamás se ha podido.

Socorrer tus lamentos.

Sobrevivo al instante del roce fugaz que cae como estrella de entre miles, atravesando la atmosfera de las melancolías, para encontrarme navegando en la dulzura del deseo que es iluminado por una vela, al ver que hace silencio para solo ser, solo estar, juntos. Aquí estoy, resurgiendo de tus lágrimas para darte algo con que secarlas, llora, llora, todo lo que puedas, ríe, ríe, todo lo que necesites.

Pero quiero que sepas que la sensación no se va, y desde que me advirtieron el poder de esa droga no pensé que fuera yo la bala y tú el arma-¿Quién gatilló? ¿Quién soy yo? ¿Una afirmación, una negación, una pregunta, la respuesta? El disparo en la oscuridad dio en el blanco.

Mario Alberto Bermúdez Gómez
Poeta, Estudiante y Cazarrecompensas en sueños ilegales Para Gobiernos ineptos.


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