Sobre Saltos y Asaltos
Me deshice de mí, de mis maletas, dejé que el viento me guiara saltando al abismo y no he tocado suelo desde entonces, vivo cayendo, más y más abajo, más profundo, pareciera que no tuviera fin el vacío, pero ya no tengo nada, ni sé si estoy vestido, no siento la mordedura de la moral, ni los lambetazos de la razón a la cortada, solo salté y salté porque quise.
Destroce
mi pasado, lo impregne de gasolina y dejé que se encendiera con el fuego de mis
pensamientos, solo quedan cenizas de mis desconsuelos, cenizas de una dulzura
que amargan las aguas benditas de lo sagrado, cenizas de lo que iluminó para
calentar el frio instante de descubrir Qué es Ser dejando de Ser. Y al momento
de sentirme llama, fuego hiriente, ardor del infierno en mi piel de desierto,
todo mi presente se fue con un futuro que nada le debería envidiar al carbón.
En
más de una ocasión desee otra cosa, otra manera, otro instante, otro control de
mis impulsos de tantra, otros fines del mantra, pero soy quien se repite siendo
lo que otros no quieren ser, nadie puede ser quien es el otro, nadie puede
lograr lo que podría ser, todo se estanca en algo que llamaran después como
consuelo o logro personal Equilibrio, un termino que es cliché del que vomita
cuando esta muy ebrio y vuelve a la fiesta.
Permití
que la herida se extendiera, a lo largo y ancho de un mundo que sostiene a tantos,
se alarga por los confines de cualquier utopía, hace aparecer gangrena en las
ciudades, pueblos, naciones: Sus autos y el humo que se respira son la bilis
del que agónico no pide ayuda, solo se queda y disfruta sus gafas de realidad
virtual. La herida paso por moretón que la modernidad palpó y dejó salir ríos
de sangre que no puede hacer cerrar; ni filtrándola con remordimientos, papel
calcante en donde te copie idéntica, idéntico; ni con disculpas la herida sabrá
a alcohol refinado, ese viñedo se perdió, de esta cepa solo vinagre, ya su
caudal es imparable, su mar se extiende, ya son océanos de una tragedia que se gestó
cuando la vida empezó. Empezó como un dolor pequeño en el pecho, ahora cubre
todo mi ser, ahora soy la herida, y quien Soy, lo dejé para mis meditaciones
mientras sigo cayendo.
La
melodía sigue, es tocada en el negro universo, ni una estrella colisiona por su
paso, al parecer frenético. Es ella quien atraviesa cualquier tipo de materia y
le da forma viviente según como es interpretada, según también como es escuchada,
según también como se debiera sentir; de ahí deriva la verdad de una oscura
forma de interpretación de una melodía que le daría posterior forma a las
cosas. Luego veré como lo que se dice terminará como especulaciones, y no en un
pequeño relato que termine por ser mito, leyenda urbana, una poesía insensata,
loca, desdeñosa, un comentario que ni llegaría a serle útil a la existencia de
cualquier tipo de número que señale la armonía de cualquier existencia: Una
forma de recordar quien nunca fuimos.
Ahora, mientras que el encierro dentro de la burbuja de la vida que es compartida dicta el siguiente paso del siguiente paso del siguiente, veo la mágica forma del tiempo, devuelve mi carne a los huesos, convierte mis ideas en huesos, trasforma mi voz en túnel sin eco. El tiempo, el giro perpetuo, la sensación del instante que dignifica a cualquier especie, me hace pensar que esto de la vida terminará conmigo y que ésta se pavoneará por cualquier lado que sea y pueda, vestirá la forma de los sueños y moriremos inundados de espejismos.
Mario Alberto Bermúdez Gomez
Poeta, estudiante y acrofóbico universal.
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