Cuento
Funeraria La Paz Este Contigo.
Dale el señor el descanso
eterno y brilla para ella la luz perpetua: Todos dicen. Alejandro juega
alrededor del féretro, lo detiene su tío, un sujeto que nunca había visto hasta
ahora; lo regaña, le da un golpe en la cabeza. Alejandro no entiende si solo
jugaba, no le hacía daño a nadie ¿daño? Pero la muerte no está realmente aquí
con mi padre, él está trabajando, haciendo un pequeño transporte al cielo, Sí.
Alejandro sale llorando como Magdalena, Magdalena es la amante de su padre,
ella se encontraba afuera viéndolo todo. La vi lejos, lloraba en silencio,
sufría, daban ganas de un helado: Mamá, mamá, mamá, me da dinero para ir aquí
al parque y comprarme un Conito de Helado de fresa; la mamá lo observa y entre
sollozos le dice: Hijo, tienes que ser fuerte, tu papá está aquí con nosotros,
en nuestros corazones –Si mamá, tranquila, me da plata para… -Alejo, te quiero,
no quiero perderte tampoco, -Awww mamá no, mi camisa, jajaja, no me hagas cosquillas.
–Mamá, mamá, mamá, tía mi mamá. –Alejo tu mamá. Se había desmayado de nuevo.
–Levántenla, vamos, ve por alcohol, Una aromática rápido. Alejandro solo quería
su helado.
-¡Rápido muchachito! –Ya voy
Tía, nadie me escucha. –Papá, papaaaaaá. Alejandro se acerca al ataúd. –Papá,
papaaaaaaá, nadie me escucha, nadie quiere nade de mí, todos están como zombies
alrededor tuyo y yo quiero Heladoooooo. El féretro se abre, Don Julio saca de
sus bolsillos unas monedas, dos exactas, se las entrega a su hijo, y le dice:
Toma hijo ve y compra dos que estoy que me sofoco y sé que me quemaré después
en el hueco. –Gracias Pa. Alejandro sale corriendo feliz del funeral y casi
choca con dos señoras que miraban como mal, como matándose con la mirada.
Alejandro sin medir su fuerza empuja a los viejas y sus ojos cambian. –Vieja,
¿no va a esperarme? Qué pretende, la biblioteca ya no regala tintos como antes,
espérate Guevona. ¿Quién es el muerto de Hoy? ¿Don Julio? Ayyyyy veee…Y tan
joven que se veía el viejo marica, no es que no me caiga bien lo que pasa es
que a todos los muertos su debido respeto, Ya muertos están. – ¿Cómo que vamos
muy tarde, óigame desde aquí no se mira a nadie, ve miraaa, esas decoraciones,
parecen vivas esas estatuas, como que la vida termina siendo eso. –Ole, deme la
mano que mire que la reuma, la tensión, la osteoporosis, el mejoral, el
doloran, mi bolsa, ¡Ayúdeme! –Usted si jode Patricia, vamos que no hemos
desayunado aun y por unos credos, padrenuestros y algunos avemarías nos invitan
al asado del difunto. Así es que se debe morir uno, con fiesta abordo. Hija,
Una pregunta me acaba de surgir, ¿Y a nosotras, cuando nos tocará? Y Oliva
mientras la mira sin expresión en su rostro se queda en silencio. La angustia
la invade y se echa la bendición al momento de llegar y le dice: Hoy es el día
amiga, hoy es Don Julio, Hoy no es el nuestro, ¡vamos! Pero Patricia murmura
para sí: Pero si el mañana es misterioso, cauteloso, traicionero, camino de
caminos. Oliva la mira, Patricia también; sus miradas cambian repentinamente,
se ponen su velo y empiezan a rezar con voz sufrida, intranquilas, a sabiendas
de su mordaz final.
Mario Alberto Bermúdez
Poeta, estudiante y amante al Helado.
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