¿Sabes?
¿Sabes? Por aquí llueve, a
veces dulce llovizna, otras, temible e interminable tormenta dentro de mí,
puede que me vea desierto, pero solo soy brisa que acaricia los huesos cuando
hace frio. Yo sé que has cometido errores, pero aquí también hasta dios se
equivocó y nos creó. Entre las frustraciones persiste el orgullo de no dejar
caer lo que uno se ha convertido, dan ganas, muchas ganas de saber ¿sabes?
Donde estarás que te necesito como la tierra al agua, al vacío sin espacio, al
destino que se escribe con borrador de nata. Mi dolor se parece a una roca que
golpea un vidrio grueso y polarizado, pero el veneno ganó la batalla y nada
dejaste claro, la cascara que fui ahora abona los campos de la muerte, conduzco
sin mirar atrás y es el pasado que viene de frente, tiene toda la sevicia de
chocar, me encuentro dentro de un auto en llamas, salgo a tomar un poco de agua
pero mi garganta ya no está, solo el hueso calcinado de la esperanza surge, me
urge destapar la verdad, pero es la mentira quien guía mis pasos, me hace
cínico, me hace poco humano. Me trasformo en la rabia de un ave al eclosionar,
pero soy reptil que parpadea un par de veces por no creerse su destino final, y
parpadea de nuevo para hundirse y seguir acechando su presa, pero soy yo un animal en vía de extinción, un conteo regresivo biológico, lógico, y demente
que es vivir esta vida nacida para la guerra, una que destila solo sangre que
se derrama cual si fuera una represa con grietas, me despierto y soy peor que
el bicho de Kafka, un leviatán acuchillado por la espalda, soy el rey de las
visiones que ya la realidad no aguanta, sospechando que el reino de la
imaginación sea la tumba de mi corazón, famélico, que despertó en el desarraigo
y se hizo fuerte con la tristeza que navegaba cual pobre embarcación con cientos de maremotos alrededor. Fue que
me confundieron con un agradable dulce ácido, me despedazaron, lo que hice
ahora yace despojado, derruido, y me voy, yendo detrás de la zanahoria colgada
al frente de mí, nunca entenderé por qué no me acercaré a ella, no soy la mula
que carga con los abismos de la gente. A veces me doy de golpecitos en la espalda
y me digo que no es para tanto, que por qué no te mueres y dejas en paz a unos
cuantos, me permito ser sarcasmo primero y humano después, pero el cinismo es
quien me desata de las cuerdas de lo políticamente correcto, siendo mi héroe y mi
entremés, vivo cómodo con mi deteriorada y angustiada libertad, sabiendo lo
caótico que es seguir siendo un `conveniente` en vida.
Ahora todo me parece lejano,
estoy a tantos metros de altura, casi que puedo tocar las estrellas o nadar en
su mar, pero todo está donde la esperanza dejó sembrada su fortuna, en el
torrente que va directo al desagüe, estoy siendo acariciado por el viento que
la misma palmera tuvo la fortuna de ser mecida, pero que de una filuda decisión
solo esta lo inhabitado, el sueño cumplido. Y entre la pesadumbre me califico
como una lluvia que los desiertos no dejaron sembrar frutos que a los cielos
llegaban, me desilusioné ¿sabes? Nunca entenderás, pero qué soy yo si me
embriague con el destierro, y el gusto es la resaca de sentir que la vida, es
más que unas cuantas palabras, que yo tampoco sé lo que tú no sabes, que solo
sospecho y eso ha hecho la vida un poco más agradable. Misántropo, entropía de
deseos que limitan al omnisciente hombre, odio visceral que limita en todas direcciones con el incomprensible amor que no deja de palpitar.
Mario
Alberto Bermúdez Gómez
Poeta, Estudiante y Sabio
perdedor del tiempo.
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