4: Misterio En China
Misterio en China:
Ciro después de no saber
realmente donde estaba, ni de la hora en que lo tiene padeciendo, al chocar con
el árbol ni supo quién era o qué hacia allí. Un llamado de Alerta dejo entrever
que huía, su fisionomía le ayudo a no ser tan grave el choque: solo unos
moretones. Alcanzó en cuanto salió del carro a domar su dolor, se incorporó como pudo y se alejó del vehículo que estaba siendo devorado por las llamas, la candela
alcanzaba los 10 metros, era inevitable una explosión evidente. Ciro corrió lejos,
sabía que si se quedaba le iban a llover muchos problemas, el humo del
accidente era delatarse. Corrió, corrió lejos, veloz como un ratón despavorido
por los gatos, corrió hasta más no poder, no pensaba en parar. Y de repente, de
un flechazo: el recuerdo de una promesa de encuentro, una promesa de compartir
sin lamentos, una promesa de sonrisas, cerveza e intenciones apareció. Ella,
llena de alegría, aferrada a mí, me dio ánimo de seguir-Pensaba. Al parar
lejos, a la orilla de un rió, Ciro se lanzó, estando del otro lado y viendo
todo lo que vivió, no se explicaba como un estudiante de Bacteriología en
China, de pasar tiempo con su amada, tenía que sobrevivir a unas vacaciones de sangre
y persecución, sabía qué hacer: ir por Ella y escapar.
No veía más alternativa que ir a
casa, agarrar lo que podría llevar y correr, seguir corriendo sin cesar. Armado
de un bate, un cuchillo y víveres, llegó al edificio donde horas antes había dejado
a su novia, de manera inexplicable, la ve saltar de las escaleras huyendo de
algo, al verle se le abalanza, estaba atacada de los nervios. Cuando de repente, de donde vino ella, una sombra oscura comenzó a invadir el lugar, la energía era
tan pesada que de manera inmediata y sin entenderlo brotaban lágrimas de los
ojos de Ciro, de las sombras unas grandes fauces; comenzó a gemir y dar gritos
terribles que simbolizaban el destino de todos: Morir.
Lancé el cuchillo directamente, tenía
la capacidad de hacerlo, y al enterrarle el instrumento de cocina en su frente pudimos salir con tiempo, ilesos. Con el poco valor que podíamos sostener,
del miedo y asco mi chica vomitó entre sollozos, él, solo corría agarrando con
fuerza su mano; lo que comenzó como un leve aprecio terminó por pensar en
protegerla y quererla incondicionalmente. Pero algo estaba ocurriendo en el
mundo que le era inexplicable, la dedicación del hombre en esta humanidad eran
de tal forma destructiva que nadie se escapaba de su mal, la vanidad logró
perpetuar la zozobra, y el miedo de manera equitativa ahora dicta las reglas
del juego, aunque parezca difícil dudar tiene una elegancia que no es una
opción.
Poeta, Estudiante y Escapista Pandémico
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